19.12.07

El corazón de la oscuridad

El corazon de la Oscuridad

Kain llega hasta la catedral del Averno. En ese preciso momento, Raziel regresa de las catacumbas…

Raziel: ¡Kain! ¿Cómo es que no me sorprende?

Kain: Porque nuestros destinos van unidos, Raziel, como dos ríos que se encuentran y ya no pueden volver a separarse. En cada uno de tus giros fatales, me encontrarás.

Raziel: ¿Y el libre albedrío que dijiste que tenía, qué ha pasado con eso?

Kain: Todavía lo tienes. Y es precísamente por eso por lo que estoy aquí ahora.

Raziel: Fueron tus maquinaciones las que pusieron en marcha mi destino. La moneda que lanzaste ha caido a tierra. Ahora debes asumir el resultado.

Kain: La moneda sigue en el aire, Raziel. Para llegar a una conclusión aceptable para los dos, la que mejor convenga a nuestro futuro, Janos Audron no debe ser resucitado.

Raziel: ¿Porque tú no lo deseas? ¿Mi libre albedrío sólo se ejerce cuando coincide con tu capricho?

Kain: Hay mucho más en juego de lo que piensas.

Raziel: Sí, y es Janos el que tiene las respuestas que deseo.

Kain: Debes confiar en mi, Raziel. Nuestras intenciones, para Nosgoth y para nuestro futuro, no son tan diferentes.

Raziel: ¿Debo confiar en ti, o qué?

Kain: No he venido aquí a amenazarte, Raziel.

Raziel: ¿Y dices eso mientras sostienes en tu mano el instrumento de mi perdición?

Kain:Una vez te salvé de la Segadora. No tengo intención de apresarte dentro de su hoja.

Raziel: Al menos no, hasta que tus planes no lo requieran.

Kain: No eres el único que se arriesga. Puede que lleve el instrumento de tu destrucción. Pero yo también me he expuesto al venir aquí. O es que no te has dado cuenta de que llevas la única arma que puede matarme a mi.

Raziel: ¿Entonces sabes lo que soy y lo que tú eres?

Kain: Creo que sí.

Raziel: ¿Y todavía piensas que puedes manipularme como un peón? Piénsatelo dos veces, Kain.

Kain: Haz caso, Raziel.

Raziel: ¿Por qué? Si somos lo que somos, ¿acaso no estamos destinados a luchar a muerte para decidir el destino de Nosgoth?

Kain: ¡No seas tonto! No voy a pelear contigo.

Raziel: ¿Y esa será la batalla profetizada de los héroes? ¿Yo gano porque tú no quieres pelear conmigo? El poderoso Kain, Vástago del Equilibrio, futuro salvador de Nosgoth, se rinde incluso antes de que empiece la batalla final.

Kain: ¡Muy bien! ¡Si esto te hará entrar en razón!

Comienza la lucha entre Kain y Raziel. Finalmente Kain consigue doblegar a Raziel…

Kain: Ahora vas a escucharme. El Corazón de la Oscuridad debe permanecer oculto. Su uso ocasionaría un gran mal.

Raziel: ¿Entonces, tú no sabes dónde está?

Kain: No.

Raziel: ¿Nunca lo buscaste?

Kain: Eso no importa, Raziel.

Escúchame: debes comprender que todas las criaturas están ligadas a un camino predeterminado. Todos estamos encadenados.

Raziel: A la Rueda del Destino. Creeme, eso lo sé mejor que tú.

Kain: Todos menos uno. Debido a tu recreación, tú eres la única criatura desligada, el único de entre todos nosotros que tiene libre albedrío. Tú puedes elegir, Raziel.

Raziel: Y claro, debo hacerlo en tu dirección. Tu peón ha llegado al final del tablero, Kain, y ahora mis poderes sobrepasan incluso los tuyos. Resulta irónico que la criatura que fabricaste haya resultado ser tu perdición. ¡Ahora acabemos con esto, de una vez por todas!

Raziel no se da por vencido y vuelve a atacar a Kain. Al defenderse y durante el forcejeo, la Segadora comienza a absorber el alma de Raziel a través de Kain…

Raziel: ¡¡Aaaarrrgghhh!! ¡¡Tú!!

Kain: No, Raziel…

Raziel: ¡Vae victis!

Kain: …yo no…

Con toda su furia, Raziel atraviesa el pecho de Kain y arranca su corazón…

Raziel: ¡Dolor para el conquistado! ¡He encontrado el Corazón de la Oscuridad y tú te perderás en el olvido!

Raziel vo.: Kain había muerto. La locura de este lugar había alimentado de algún modo mi rabia y a medida que ésta se disipaba no tenía ninguna sensación de júbilo ni de victoria, tan sólo la tranquila certeza de que una vez más habíamos caido ciegamente en la trampa de nuestros enemigos.

No podía estar seguro de si Kain había intentado realmente destruirme y parecía que ahora ya nunca lo sabría.